A menos de tres horas de Buenos Aires, Gualeguaychú aparece como una invitación a bajar el ritmo. Sus calles arboladas, el rumor del río y la cadencia pausada del interior entrerriano crean el escenario ideal para un fin de semana de descanso en pareja. No hace falta mucho: una valija pequeña, ganas de desconectarse y la promesa de mirar un atardecer distinto, uno que parece extenderse más allá del tiempo.
Cómo llegar y moverse con comodidad
Ubicada en el sur de Entre Ríos, Gualeguaychú se conecta fácilmente con distintas ciudades del país gracias a su ubicación estratégica y su amplia red de transporte. Los pasajes en micro son una opción cómoda y accesible para quienes buscan evitar el manejo y disfrutar del viaje desde el primer kilómetro. Varias empresas ofrecen servicios directos con diferentes horarios y categorías, lo que facilita planificar una escapada de fin de semana o unas vacaciones más largas.
En pocas horas, el paisaje urbano deja lugar a las llanuras y a los campos verdes que anticipan el aire tranquilo de la región. Una vez en destino, moverse resulta sencillo: muchos atractivos se encuentran a corta distancia, y recorrerlos a pie o en bicicleta permite apreciar mejor los detalles. Para distancias mayores, como el acceso al Camino del Vino o al complejo termal, hay remises y agencias locales que organizan traslados y excursiones personalizadas.
Una ciudad para disfrutar sin prisa
Lejos del bullicio de la costa atlántica o de los destinos masivos del verano, Gualeguaychú conserva una serenidad difícil de encontrar. La ciudad combina la calma de un pueblo ribereño con una infraestructura turística cuidada, pensada para recibir visitantes sin perder su identidad. El río, omnipresente, atraviesa la vida cotidiana y se vuelve protagonista en cualquier escapada romántica.
Caminar por la Costanera, detenerse en alguno de los bancos mirando el agua o simplemente observar el ir y venir de los barcos, se transforma en un plan en sí mismo. En días templados, las playas del Parque Unzué son una excelente opción para extender una manta, abrir una botella de vino y dejar que la tarde pase despacio.
La temperatura amable durante gran parte del año hace que cualquier época sea buena para visitarla. Incluso fuera del verano, cuando el carnaval no acapara la atención, la ciudad ofrece otro tipo de encanto: más íntimo, más silencioso, más propicio para quienes buscan desconectarse en pareja.
